miércoles, 4 de septiembre de 2013

LA ADOLESCENCIA: FENÓMENO DE MULTIDETERMINACIÓN


Generalmente la adolescencia es definida como una crisis vital, un momento de
pasaje y de reorganización, que si bien comienza siendo un hecho biológico, se imbrinca
con un tiempo de estructuración del aparato psíquico con la misma valía de la infancia, en
el que serán puestos en duda y conmocionados las teorías infantiles, los sistemas de
identificaciones, los objetos libidinales, los proyectos identificatorios, los ideales, etc. a
partir de la irrupción de la genitalidad.
Siguiendo a Susana Quiroga (1999), desde un punto de vista cronológico, se divide
a la adolescencia en tres fases según la lógica estructural del aparato psíquico, ellas son:
ADOLESCENCIA TEMPRANA – ADOLESCENCIA MEDIA – ADOLESCENCIA TARDIA.
a) ADOLESCENCIA TEMPRANA
1. Prepubertad: 8 – 10 años
2. Pubertad: 10 – 14 años
3. Adolescencia temprana propiamente dicha: 13 – 15 años
Durante todo este período son esperables los cambios físicos y de conducta, el
momento en que estos ocurran depende de factores genéticos pero existe una influencia
recíproca entre lo psíquico, lo biológico y lo social que puede a su vez inhibir o apresurar
los procesos fisiológicos.
La prepubertad incluye el crecimiento corporal y la puesta en marcha de las glándulas
sexuales; se observa, en ambos sexos, un cambio de conducta centrado en el incremento
a veces desordenado de la motricidad, como así también en el tipo de juego y en las
verbalizaciones, los cuales se tiñen de un mayor contenido sexual. El proceso de
crecimiento se inicia antes en las niñas generando un desnivel conductual entre ambos
sexos, las niñas se muestran intrusivas, desenvueltas, envolventes, por lo que los varones
se perciben como chiquilines, huidizos, inmaduros y se alejan y desprecian a las niñas
como una forma de defensa.
Durante la pubertad los cambios corporales comienzan a hacerse visibles, aquí se
produce el desarrollo de las características sexuales primarias (órganos sexuales
masculinos y femeninos relacionados con la reproducción), y secundarias (aquello que da
apariencia masculina o femenina).
Finalmente en la adolescencia temprana propiamente dicha los cambios corporales ya
no son notorios desde el exterior... “la apariencia corporal indica que aquel niño que era
ha quedado transformado en adulto”
b) ADOLESCENCIA MEDIA
Transcurre desde los 15 y 16 años hasta los 18 años, edad que coincide con el egreso
del colegio secundario.
Si bien el primer tiempo de la adolescencia media opera como bisagra, donde es
esperable el desafío a la autoridad de los adultos, el hacer lo contrario de lo que se les dice o enseña y el deseo de independencia de los padres a través de una conducta
negativista; pronto la conducta comienza a ser más ordenada en relación a las normas,
pero mientras eso no sucede son habituales manifestaciones que comprometen
seriamente la integridad psíquica y física, por ejemplo: actuaciones sexuales prematuras,
fugas del hogar, transgresión de pautas familiares, acciones riesgosas para demostrar
poder, etc.
Luego el adolescente medio se caracterizará por terminar de estabilizar el proceso de
crecimiento lo cual le permitirá salir en busca del otro mediante un proceso de
desplazamientos de investiduras libidinales desde el propio cuerpo hacia el objeto, un
objeto en el que se busca un vínculo de intimidad, al mismo tiempo que se auspician los vínculos de masa donde priman el amor, la identificación fraterna y la fidelidad a un líder
idealizado.
Con la ruptura de los vínculos de masa proporcionados por la escuela secundaria, que
le otorgaban pertenencia a la manera de un límite corporal y constituido como cuerpo
social, el adolescente inicia su pasaje a la adolescencia tardía.
c) ADOLECENCIA TARDIA
Se extiende desde los 18 hasta los 28 años aproximadamente, aquí las problemáticas
a resolver serán la inserción en el mundo vocacional y laboral y el encuentro con una
pareja estable.
Las manifestaciones más frecuentes son:
1. Delimitación de subjetividades parentales y de “quién soy yo” como consecuencia
del desasimiento de la autoridad de los padres, más que como lucha generacional.
2. Deseo de vivienda independiente.
3. Deseo de independencia económica.
4. Deseo de constituir una pareja estable.
5. Logro de la orientación vocacional y/o laboral.
Entre los 18 y 21 años es esperable encontrar adolescentes con una gran conmoción y
caos interno debido a un profundo sentimiento de soledad fundamentado en la pérdida del
cuerpo institucional, lo que suele llevarlo a un estado depresivo que se manifiesta como
desorientación y confusión, o su contrario, un adolescente ordenado y sobreadaptado en
el cual parece no haber transcurrido el cambio.
Más tarde, entre los 21 y 24 años habrá una mayor posibilidad de reflexión y
disminución del estado confusional, posibilitándose la inserción en nuevos grupos sociales
y de trabajo, transitorios aún pero convocados en función de metas y tareas comunes.
Entre los 25 y 28 años se configura la entrada en la adultez y se propone como
resolución “la capacidad de frustración para aceptar la caída de las ilusorias
características de la adolescencia media (el ideal de justicia, de verdad, de amor)”
Teniendo en cuenta las categorías psicoanalíticas, S. Quiroga plantea que la
adolescencia incluye el pasaje desde la endogamia, es decir desde los códigos de la
intimidad familiar, hasta la exogamia o sea los códigos de la cultura; el logro de la
madurez sexual, es decir la asimilación psíquica de los cambios morfológicos y
fisiológicos que ocurren en el cuerpo y que incluye la madurez sexual genital y el estar
apto para la conservación de la especie, el encuentro con el objeto heterosexual y el buen desenlace del narcisismo positivo que permita el desplazamiento hacia la realización
laboral y los intereses sociales.
Freud en “Metamorfosis de la pubertad” afirma que el trabajo psíquico central de este
momento es “el desasimiento de la autoridad de los progenitores”, es decir, de los
sistemas de identificaciones y de vinculaciones con los objetos primarios, y por lo tanto el
hallazgo de objeto exogámico; pero esto no es sin un complejo trabajo de desarmado de
la organización psíquica infantil.
Con Peter Blos entendemos a la adolescencia como un segundo proceso de
“individuación”, consistente en lograr la independencia de los objetos internalizados y de
su temprana influencia formativa sobre el yo y el Super yo.
La primera individuación, dice Blos, habría facilitado la existencia del niño como
entidad psicológica diferenciada gracias a la internalización y adquisición de representaciones de objeto, ganando espacio así la autonomía del yo, al mismo tiempo
que disminuye la dependencia del medio se convirtieran en guardianes del sí mismo y
protectores contra la angustia de abandono.
Paradójicamente, ese segundo proceso de individuación de la adolescencia, exige la
capacidad de regresar para retrabajar aquellas tareas infantiles que han sido una carga
demasiado pesada en la infancia; aquí, será nuevamente abordada por un yo que a través
de los años ha adquirido las habilidades necesarias; es una “regresión al servicio del
desarrollo” dice Blos, que promueve movimientos regresivos transitorios y exclusivos de
esta fase de la vida.
Pero este segundo proceso de individuación, no es sin un arduo trabajo psíquico, que
es operado mediante mecanismos regresivos “normales” al mismo tiempo que conlleva un
intenso dolor psíquico.
Susana Quiroga, toma los conceptos trabajados por Blos en relación a la
desinvestidura del vínculo con los padres, el hallazgo de objeto, la prevalencia del
narcisismo y las defensas privilegiadas al mismo tiempo que continúa y profundiza en la
teoría de los duelos.
El proceso de duelo y de desinvestidura, fue postulado como central por Aberastury y
Knobel (1971) especificando que el adolescente se verá inmerso en tres duelos: 1) el duelo por el cuerpo infantil; 2) el duelo por los padres infantiles; 3) el duelo por la identidad
(bisexualidad)
Quiroga coincide con este planteo pero profundiza aún más en relación a los
momentos del duelo y su proceso según la conceptualización freudiana de trabajo de
duelo.
En este proceso habría tres momentos _
“ 1 - Un pronunciamiento por parte de la realidad, un juicio de existencia que dice que
el objeto se ha perdido, seguido de un corte con la realidad de carácter defensivo que trae
como consecuencia la escisión del yo (Freud 1940) como forma de mantener la ilusión de
la presencia de objeto.
 2 - Una sobreinvestidura de los recuerdos, de las representaciones y, por lo tanto,
nostalgia y anhelo por los objetos perdidos.
 3 – Proceso de desasimiento propiamente dicho “pieza por pieza”, teniendo en cuenta que la historia de la constitución de ese objeto y de ese yo, se realizó a través de
sucesivas inscripciones, producto de sucesivos vínculos eróticos y hostiles, que el sujeto
fue experimentando en relación con su propio cuerpo y con el contexto... cuando Freud
dice desasimiento “pieza por pieza” alude a este trabajo de elaboración que implica la
desinvestidura de una historia inscripta en el inconciente del sujeto.” (Quiroga 1999)
El primer momento, sería el propio de la adolescencia temprana, aquí irrumpe la
pulsión genital que se manifiesta primero en forma de tensión sin posibilidad de descarga
al mismo tiempo que coloca al aparato psíquico, desde el punto de vista económico,
frente a una situación traumática.
La oleada de lo biológico es arrasadora y el yo conmovido no logra ligar la pulsión con
nuevas representaciones lo cual genera temor al aniquilamiento y a la caída en aquella
situación traumática.
La imposibilidad de integración entre pulsiones es característica de esta etapa lo cual
se manifiesta por ejemplo: en la acción antisocial del adolescente (producto de
transformaciones de la pulsión anal); las adicciones frecuentes (transformaciones de la
pulsión oral); el “mal gusto” en las vestimentas, en la desorganización del deseo de
exhibicionismo; en descargas afectivas, como el asco y la repugnancia (transformaciones
de la pulsión oral y anal); en la furia (transformación anal); en la angustia (transformación fálica); al mismo tiempo que las pulsiones sexuales parciales tienden a satisfacerse
autónomamente (sadismo – masoquismo, exhibicionismo – voyeurismo, etc.) lo que
demuestra el no encuentro del objeto exogámico a través del cual pueda acceder a un
placer más integrado, pero el encuentro con el objeto comienza a tener resolución en la
adolescencia media.
En esta primera etapa de la adolescencia hay un cuerpo devenido extraño, hay una
nueva cenestesia y una nueva apariencia y señales provenientes de “ese” cuerpo que
generan un malestar impreciso y difícilmente localizable que le imposibilita incorporarlo al
conjunto de la vida mental y la representación de sí – mismo.
Ante estas fuerzas nuevas, le quedará el recurso de retraerse o incluirse, recurrir a la
desmentida en aquellos momentos en que el temor al aniquilamiento y el arrasamiento del
yo cobran vida.
Si lo pensamos en relación al primer momento del proceso de duelo, aquí ya ocurre la
pérdida pero al mismo tiempo la negación frente a lo que se pierde y la desmentida frente
a lo nuevo, es decir, ocurre la pérdida pero no está la capacidad estructural para
significarla. Al desinvestirse los objetos que eran sostén, la angustia dominante tiene que
ver con el temor a perder toda posibilidad de amor del objeto, someterse a este proceso
supone un aparato capaz de tolerar un conflicto y en la adolescencia temprana lo que
predomina es la recepción de estímulos traumáticos.
El segundo momento es quizás el más importante para la adolescencia media debido
al tipo de dolor psíquico que se produce cuando la nostalgia por ese objeto ausente
anhela la percepción del mismo y éste no aparece. Ahora, los padres no son aquellos que
el adolescente necesita para su equilibrio narcisista, esto condiciona un estado de
conflicto para el aparato psíquico que tiende a desmentirse manteniendo una intensa
investidura de los recuerdos, pero dado a que éstos no son acordes a la realidad
perceptual que se le impone al yo, la escisión va dando paso al conflicto psíquico,
conflicto entre el deseo, derivado del empuje pulsional, y el examen que de la realidad
hace el yo...
Por tal razón, dice Quiroga, “existen dos dolores psíquicos en juego: el primero se
debe a que la realidad no consiente en satisfacer los anhelos que el yo desearía, el
segundo está determinado por el desasimiento libidinal. El primero tiene que ver con el deseo de mantener las ilusiones. El segundo deriva de que el sujeto está desinvistiendo
dichas ilusiones y este proceso se torna peligroso pata el equilibrio del yo...” (Quiroga
1999)
Desde aquí, el adolescente se desplazará por estados afectivos que van desde el
estado ilusorio de completud, característico del enamoramiento, a la desilusión por
percibir que el amor no saldaría su estado de desamparo... aceptar la pérdida de las
ilusiones supone tener un yo fortalecido, y estar acompañado por un contexto familiar que
pueda soportar el desmantelamiento en que queda el aparato psíquico del adolescente
ante la pérdida de las ilusiones... Lo que el adolescente suele sentir es que la vida ha
perdido sentido, ya que al sentido se lo daban sus padres idealizados.
... La pregunta que surge es “quién soy” y “qué deseo” ya que “quién era yo” y “qué
deseaba” pertenecían al patrimonio parental... (continua).

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